TEMBLOR DE AGUA
Ana María Vieira
Fulgurantes cascadas
desgranan sus cristales
desde ánforas extrañas
Inmóvil bajo el cielo
recibo toda la inconstancia de la lluvia.
Sus finas hebras entretejen
el sudario de las piedras,
transitoria humedad que purifica.
De igual forma
el corazón debe bordar sobre sus llagas
-con acerados hilos-
tan infranqueable manto
que sólo el amor con sus espadas
penetre su rojo laberinto.
Sólo entonces podremos oír la lluvia y
contemplar, con ojos nuevos,
cómo el agua
al caer
también se eleva.